Como tratamos en anteriores artículos, la vinculación de Alicante con la actividad portuaria es pretérita y se remonta, como pronto, al siglo IV anterior a nuestra era con los primeros vestigios de asentamientos griegos, cartagineses y romanos.
En esta primera etapa, la ubicación del puerto de Alicante se situaba en el área de lo que hoy en día conforma la Playa de La Albufereta. No en vano, su origen está estrechamente vinculado con la ubicación de la antigua villa romana de Lucentum, cuyos restos arqueológicos aún pueden ser visitados a escasos metros de esta playa.
No es hasta avanzado el primer tercio del milenio – en torno al siglo XIII – cuando los asentamientos portuarios de la bahía de Alicante empiezan a trasladarse hacia terrenos más próximos al núcleo de población de Alicante, que se había visto desplazado hacia las faldas del Monte Benacantil.
La floreciente población primigenia de Alicante se expandía en torno a la medina musulmana situada en lo que hoy supone el Barrio de Santa Cruz y el vecino arrabal marinero del Raval Roig, auspiciados por la protección del castillo musulmán situado en la loma del Benacantil.
Esta ubicación permitía una mejor vigilancia y defensa de la población bajo la seguridad de los muros del castillo y facilitaba la navegación en cabotaje hacia desde el cabo de Santa Pola hasta el de La Huerta, así como a una ensenada de mayor calado. Estas ventajas estratégicas impulsaron a desplazar la situación de puerto, que inicialmente ocupó distintos puntos de la costa colindante a la ciudad, como fueron Babel o la playa del Cocó, por citar dos ejemplos, antes de encontrar definitivamente su actual acomodo donde hoy se encuentra, junto a la Playa del Postiguet.
A partir de los siglos X a XIII, podemos dejar de hablar de puertos de la bahía de Alicante – como titulamos posts anteriores – para referirnos, como tal, al Puerto de Alicante.
Mediado el S. XIII, el Puerto de Alicante comienza su desarrollo y expansión como base marítima destacada en la navegación mediterránea. Este auge está estrechamente ligado a la explotación comercial del puerto, a diferencia de otras plazas, como Cartagena, que nacieron y se desarrollaron bajo una clara vocación militar.
Es, por tanto, la actividad comercial el potenciador de que Alicante desarrollara un puerto de renombre que ha llegado hasta nuestros días. No se sabe con exactitud cuándo arrancó esta actividad comercial portuaria en Alicante, pero, por los restos arqueológicos terrestres y marinos hallados en la bahía de Alicante, sabemos que esta misión es inherente desde los primeros atraques en nuestras costas.
Cartagineses, griegos y romanos usaron el puerto de La Albufereta como escala en sus rutas comerciales, siendo punto de exportación de los productos autóctonos más demandados de entre los muchos producidos en Akra Leuka y Lucentum, respectivamente, como pudo ser el vino, el salazón, el aceite o el codiciado garum.
Esta actividad comercial se vio temporalmente interrumpida durante el período de ocupación visigoda, cuyo pueblo estaba más acostumbrado a la guerra que al comercio pacífico. No es hasta la mitad del S. XII, en plena ocupación musulmana, cuando el puerto retoma su actividad comercial. En esta época tenemos constancia, por medio del historiador árabe El Edrisi, que Alucant y, posteriormente, Alicant – derivación del topónimo latín Lucentum – es plaza reconocida de exportación de esparto a todos los países mediterráneos, así como un reconocido astillero.
Un siglo después, el infante don Alfonso reconquista la ciudad en nombre de su señor, el rey Fernando III, y la repuebla por su gran valor estratégico y comercial,
«Porque es hi uno de los mejores castillos, é porque es puerto de mar de los buenos, é de los más señalados que ha en España».
Durante su mandato, se construye por primera vez un muelle de sillería, que se adentra 200 pasos en el mar para facilitar las faenas de carga y descarga. Con la coronación de Alfonso X, éste otorga en 1271 un privilegio a nuestra ciudad, reservando a Alicante y Cartagena todo el movimiento para ultramar.
Este auge se vio incrementado tres décadas más tarde, en 1304, cuando el puerto de Alicante, bajo el auspicio de la Corona aragonesa, se convierte en puerto preferente ante otros puertos vecinos como Valencia y Cartagena, dada la alta carga impositiva que éstos imponían a las naves que allí operaban.
EL PUERTO DURANTE LOS SIGLOS XV AL XVIII
Fernando el Católico concede el título de ciudad a Alicante en 1490 por sus valerosos servicios en la guerra de Granada y porque «Alicante estaba en el paraje muy importante del reyno y para cargar y descargar mercaderías por tener tal y tan buena y segura playa y muelles«, haciendo, de este modo, cumplido homenaje al Puerto de Alicante.
Los ataques de los piratas bereberes motivaran en las siguientes décadas la edificación de atalayas a lo largo de la costa que se extiende desde Santa Pola a El Campello. En este período de fortificación defensiva, se realza la importancia militar del Castillo de Santa Bárbara y las condiciones defensivas de la ensenada de Alicante, que favorecen el desarrollo del Puerto de Alicante como gran centro comercial.
Este impulso anima a que muchos mercaderes de Cartagena, así como genoveses y milaneses, se asentaran en la ciudad, impulsando su crecimiento y haciendo que la población se duplique en poco más de cuarenta años, pasando de las 600 casas censadas en 1519 a las 1.100 viviendas en 1562.
En 1582 se amplía otros 50 pasos el muelle y se construye a pie de playa la Casa del Rey por orden de Felipe II como depósito para la sal de Torrevieja. Así mismo, es en este año donde se produce la canalización para dotar al puerto de agua potable.
Alicante se convierte en una plaza comercial desde la que se canalizará la exportación de diferentes materias y productos elaborados tanto en la comarca de L’Alacantí y el resto de la Provincia de Alicante como de diversos puntos de una España que vive su época de oro tras la expulsión de los moriscos y la posterior expansión colonial a Las Américas.
Entre las mercancías que utilizan Alicante como base para su exportación comercial por el mediterráneo y Europa destacan la almendra con destino a Flandes e Inglaterra, arroz, lana, seda, sal, sosa y barilla, junto a otros productos típicamente artesanales del comercio alicantino como el esparto, uvas pasas, higos, jabón duro, así como el codiciado vino de la huerta de Alicante y el afamado fondillón destinado a Inglaterra, Escocia, Flandes y el Rhin. Al mismo tiempo, el puerto se convierte en punto de importación de brocados, terciopelo, telas de oro y seda, papel y armas.
Tal es la importancia que adquiere el Puerto de Alicante en esa época, que Felipe II llega a decir una frase que bien sirve para dimensionar el valor estratégico que tenía el Puerto de Alicante para la Corte:
Más importa conservar a Alicante que a Valencia, porque perdida Valencia, lo que Dios no quiera, se pierde ella sola, y perdida Alicante, se pierde Valencia y Castilla».
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