La historia de Alicante se remonta casi a los tiempos del inicio de la Civilización. Sus orígenes se remontan a la aparición de poblados íberos que datan del siglo III a.C. Y es que son colonos de Focea (polis griega en Asia Menor) los que tomaron como referencia marítima para la navegación de cabotaje al monte Benacantil llamándolo Akra Leuka («Promontorio Blanco»), si bien no hay certeza de edificaciones hasta que Amílcar Barca situó allí su principal acuartelamiento poco antes de la Segunda Guerra Púnica al valorar las posibilidades que ofrecía como asentamiento militar su cima.
En el 201 a. C. los romanos capturan la ciudad íbera del cercano Tossal de Manises conocida como Leukante o Leukanto (Lucentum es una latinización del nombre original que sólo existió en los mapas romanos). Éste será el primer solar de lo que con el tiempo se convertiría en Alicante.
Entre el 718 y 1248 la ciudad cae bajo dominio islámico, pasando a llamarse Medina Laqant o Al-Laqant (obsérvese que el topónimo valenciano es Alacant). Durante este periodo, la ciudad siguió los destinos de Al-Ándalus y tras el desmembramiento del Califato de Córdoba perteneció a las Taifas de Denia y Almería. Hoy en día pueden observarse restos arqueológicos de la medina islámica junto al ayuntamiento de la ciudad.
El rey Alfonso X el Sabio, una vez tomada la villa a los andalusíes, conmemora la victoria denominando al castillo árabe construido sobre el monte Banu-l-Qatil (de donde proviene «Benacantil») «de Santa Bárbara», por coincidir esta festividad con el día de la toma de la ciudad por la cristiandad y la incorpora definitivamente al reino de Castilla.
Sin embargo, tras sufrir constantes guerras con los últimos mudéjares, que la recuperan durante 50 años a Al-Andalus, Alicante fue conquistada en abril de 1296, a pesar de la resistencia del alcaide del castillo Nicolás Peris, terminando así con la soberanía castellana. La conquista fue, en parte, facilitada por los colonos cristianos de origen catalán o aragonés (como, por ejemplo, la ayuda de la familia Torregrossa, de cuyo escudo se basa el actual blasón de la ciudad). Aun así, Jaime II respetó los privilegios e instituciones anteriores aunque adaptándolas a la nueva situación política, particularmente después de la incorporación de Alicante, y el resto de comarcas limítrofes al Reino de Valencia mediante la modificación de lo fijado en el Tratado de Almizra.
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