El Bombardeo de Alicante en 1691 (parte I)


La dinastía de los Austrias se inicia con el reinado de Carlos I de España (1516-1556), nieto de Fernando el Católico, hijo de Juana la Loca y Felipe I el Hermoso y heredero de la casa de los Augsburgo “los austrias”. Durante su reinado, España se enfrentó a dos cruentas guerras contra Francia.

En 1684, se firma una tregua de veinte años con Francia, paz que se verá rota al constituirse una alianza entre España, Inglaterra, los Países Bajos y el Imperio Austriaco. Con ese motivo, Luis XIV declara la guerra a España en 1689 a causa de las hostilidades entre la Liga de Augsburgo y la Corte de Francia. Dos años más tarde, Luis XIV envía una escuadra al mando del conde D’Estrés para bombardear Barcelona, cumpliendo órdenes el 10 y 11 de julio de 1691 durante una incursión en la que cayeron sobre la Ciudad Condal más de novecientos proyectiles.

Cumplida esta misión, D’Estrés parte con rumbo a Alicante con intención de atacar a nuestra ciudad con idéntico castigo. Nace así uno de los episodios más dramáticos y heroicos de la historia de nuestra ciudad.

El Concejo de Alicante recibió noticias de esta circunstancia a través de los tripulantes de los barcos que llegaban procedentes de Levante, poniéndoles sobre aviso de que la escuadra francesa se encontraba a pocas jornadas de nuestra bahía. Con tales noticias, nuestro Municipio envió varias postas a los Concejos de los pueblos del Reino pidiendo apoyo para la defensa, recibiendo respuesta positiva de las ciudades de Orihuela, Villena, Albacete y Chinchilla y las villas de Biar, Castalla, Elda, Ibi, Jijona, Jumilla, Novelda, Onil, Sax, Yecla, La Roda, La Gineta Tobarra y demás de Castilla, todas las cuáles aportaron a la inminente batalla numerosas fuerzas de infantería y caballería, acompañadas de sus Corregidores, Alcaldes y numerosos nobles.

En la tarde del 21 de Julio de 1691, se presentó en nuestra bahía la armada al mando del Conde D’Estrés compuesta por catorce navíos, veinte y cinco galeras, tres pontones y nueve bajeles menores, quedando fondeados en la ensenada del Baver (actualmente Babel), fuera del alcance de los cañones de nuestro castillo. En la mañana siguiente, D’Estrés envió en un bote un parlamento para hacer saber a las Autoridades de Alicante la orden que traía de su Soberano para bombardear la población, ofreciendo a los alicantinos ahorrarles este castigo si proponían algún medio que evitase aquella resolución extrema.

Sin embargo, la forma con la que la embajada notificó la amenaza de bombardeo, hacen sospechar a las autoridades que las verdaderas intenciones de D’Estrés no son otras que las de infundir pánico para obtener una contribución, de modo que resuelven comunicar al embajador su firme e irrevocable resolución de no entablar tratos con el jefe de la armada francesa.

Esa misma tarde del 22 de Julio, al conocer el Mariscal francés la respuesta de la ciudad Alicante a su dudosa proposición, dispone que tres galeras de su flota remolcaran los  pontones hasta ponerlos a tiro de la artillería que portaban.

Los alicantinos, al ver que el enemigo tomar posiciones para llevar a cabo sus amenazas, se dispusieron para iniciar la inminente defensa de la ciudad con coraje y valentía.

Facsímil representativo de la batalla

Facsímil representativo de la batalla en un grabado de la época. En él se observa el bloqueo y bombardeo realizado por la escuadra francesa sobre la ciudad de Alicante.

Los preparativos de la batalla

Los hermanos Pablo y Cristóbal Martínez de Vera – quien ya sirviera en el ejército de Milán-, alicantinos de nacimiento, se hacen cargo del trincherón de Baver, mientras que los capitanes y caballeros venidos de Castilla, fueron armados con 600 arcabuces y mosquetes, 300 chuzos y 200 zapas procedentes de los depósitos de la ciudad. Nicolás Scorcia, Maese de Campo de la Milicia efectiva, y su hermano  Álvaro, militar experimentado en las campañas de Flandes y Milán, toman el mando de las milicias con orden de cubrir las murallas y torreones.

José Pascual del Riquelme, soldado de la Real Armada, fue el encargado de dirigir las escasas piezas de artillería de nuestros fuertes – compuestas por cuatro cañones, cinco culebrinas, ocho medias culebrinas, un sacre y tres moyanas-, contando para ello con una santabárbara compuesta tan solo por 800 balas de hierro, ocho quintales de balas de plomo y 90 quintales de pólvora, que aumentaron con 214 más traídas por los refuerzos.

Citamos directamente de las crónicas de la época:

«Poseído el pueblo de un gran coraje y el deseo que había en todos de ser útiles a su patria en aquellos momentos tan críticos, en las primeras horas de la tarde del día 22, rompieron el fuego contra la escuadra de Luis XIV desde las murallas del Benacantil (1), el baluarte del Espolón (2) y los torreones de San Sebastián (3), Monserrate-Puerta del Mar (4), San Bartolomé (5) y San Francisco (6).

2

Maqueta de las murallas de Alicante en el S. XVII. A dcha., la de la Villa Vieja; a izqda., la de la Villa Nueva, que abarca desde la anterior muralla hasta lo que es ahora la Rambla. Maqueta situada en los bajos del Ayto. de Alicante.

La reacción de los franceses no se hizo esperar; en torno a las tres de la tarde, los pontones respondieron a la resistencia de la plaza, arrojando sobre ésta continuamente bombas y carcasas de siete a ocho arrobas de peso. Estos proyectiles se elevaban con estridente ruido a una altura superior a la del Benacantil, caían sobre los edificios, rompiendo hasta cinco cubiertas, y penetrando algunos palmos bajo tierra, estallando con horroroso estampido y produciendo la ruina de edificios y viviendas.

A lo largo de la noche de este fatídico 22 de julio, los sitiadores franceses arrojaron sobre Alicante 900 proyectiles y bombas incendiarias, causando estragos horribles en gran parte de las casas que se extendían desde la puerta de Elche a la puerta de Ferrisa. Algunas de estas viviendas fueron presa de las llamas, mientras que otras cedían y se hundían estrepitosamente. A lo largo de toda la ciudad, que en aquella época aún se circunscribía a los alrededores de lo que hoy es el distrito centro y casco antiguo, la destrucción y muerte provocada por el brutal ataque sacudió a la aterrorizada ciudad. Los vecinos de Alicante, al verse atacados por un enemigo de considerables fuerzas, corrió a defender sus hogares y vender cara su vida encorajinados, constituyéndose un improvisado cuerpo de voluntarios civiles que relevó en el castillo a los veteranos de Austria, que bajaron a guarnecer la plaza  con un valor heroico.

Aterrorizados con tanta muerte y destrucción, las pobres gentes que no podían colaborar en la defensa, optaron por salir de la ciudad en dirección del abrigo de las casas de campo y los caseríos de Villafranqueza, San Juan, Muchamiel, Agost, Jijona, Nuestra Señora de Orito en Monforte y pueblos de Castilla, en busca de auxilio y abrigo.

El día 23, el bombardeo enemigo continuó dirigiendo sus fuegos hacia el Castillo de Sta. Bárbara, sobre el que impactaron siete bombas, mientras otras 300 cayeron en la parte opuesta del Benacantil. La iglesia de San Nicolás, probando la solidez de sus sillares, recibió sin arruinarse más de 400 bombas y carcasas – parte de los mismos aún se pueden observar hoy en día en la parte superior de la fachada lateral de calle de Miguel Soler y en la parte superior de la fachada de la plaza del Abad Penalva, de los que solo penetraron cuatro en el interior del edificio, destruyendo con su impacto el claustro de mampostería, parte de la sacristía y el archivo, así como algunos edificios inmediatos a la calle Labradores.

Impactos de bala sobre la fachada lateral de la Concatedral de San Nicolás, situada en la c/Miguel Soler (Alicante).

La Casa Consistorial, que se construyó en 1541, situada en la denominada entonces plaza Mayor – hoy Plaza del Ayuntamiento- y donde se encontraba el archivo de la ciudad, también fue objetivo de los cañones de la armada de Luis XIV. Sobre el Ayuntamiento cayeron varias bombas y carcasas, reduciendo a cenizas el edificio en que se custodiaban los documentos públicos y muchos manuscritos de alto valor e interés histórico y civil, del que solo consiguieron salvarse apenas unos pocos documentos.

También la iglesia de Santa María recibió muchos impactos, que aún se pueden ver en la actualidad – de hecho, un proyectil aún permanece encajado en la piedra en su fachada meridional, hacia el paseo de Ramiro -, así como en el Presbiterio y sobre el mismo altar mayor, sin que la explosión lastimase el tabernáculo reservado al Santísimo Sacramento.

En la fachada de la Iglesia de Santa María orientada al Paseo de Ramiro los impactos de la escuadra francesa son claramente visibles.

Bibliografía

  • CAMILO JOVER, Nicasio.- Reseña Histórica de la Ciudad de Alicante (Alicante, 1863)
  • FIGUERAS PACHECO, Francisco.- Resumen  Histórico de la Ciudad de Alicante (Alicante, 1963)
  • FIGUERAS PACHECO, Francisco.- El Castillo de Santa Bárbara de Alicante (Alicante, 1962)
  • ARCHIVO DEL INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL DE LA ARMADA   ESPAÑOLA  (1680-1691)
  • OPISSO, Alfredo.- Historia de España y de las Repúblicas Latino-Americanas (Barcelona, 1865)
  • VIRAVENS Y PASTOR, Rafael.- Crónica de la Muy Ilustre y Siempre Fiel Ciudad de Alicante
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