Con el comienzo del siglo XIX empieza una etapa de gran desarrollo para nuestro puerto. En 1803, reinando Carlos IV de España, se continúa la edificación del consulado de mar y tierra, se aprueba por el rey el plano de ampliación del puerto y se constituye la Junta para las obras. En 1818, Fernando VII de España lo declaró puerto de depósito para beneficio de las operaciones mercantiles, dando como resultado en 1843 un movimiento total de 2.589 navíos con 144.045 toneladas desplazadas con destino a puertos de toda España, Europa, América y Asia.
En 1845 medía ya el muelle 386 m., siendo insuficiente y el abrigo incompleto, por lo que en 1847 si hizo un nuevo plan, modificado en 1850, en el que se proponía alargar el muelle de levante otros 300 m. con rompeolas y construir un dique en Poniente, dando como resultado un puerto moderno, cerrado ya por ambos lados (imagen A). El nuevo puerto ampliado fue oficialmente reconocido en 1855 como puerto de interés general de primer orden, iniciándose las obras con posterioridad a 1860 y dándose por terminadas definitivamente en 1870. (1)
Una de las consecuencias de este auge y de la importancia pujante de nuestro Puerto en la Marina Española, así como su privilegiada ubicación y situación geográfica, es que fuera escogido como destino para realizar las pruebas de navegabilidad y botaduras de algunos de los buques más avanzados de nuestra flota. Entre estas pruebas, destacan 2 casos por su importancia estratégica en la historia naval española. Conozcámoslos en profundidad, nunca mejor dicho.
El «Ictíneo» de Monturiol
Tal y como recogen diferentes documentos en el Museo Naval de San Fernando y en los archivos de la Armada Española, Alicante acogió las primeras pruebas oficiales de navegabilidad de un submarino realizadas en la historia moderna de España.
El 7 de marzo de 1861, el submarino “Ictíneo”, inventado por el ingeniero catalán Narciso Monturiol (Figueras, 1819 – Barcelona, 1885), realizó sus pruebas oficiales de flotabilidad en las aguas interiores del puerto de Alicante en presencia de los ministros de Marina y Fomento, descendiendo hasta una profunidad de 20 m.
El buque contaba con ingeniosos mecanismos especialmente desarrollados para su navegación submarina. La estructura presentaba un doble casco de madera de roble y cuadernas de olivo, siendo sus características principales: eslora 7 m. manga 2,5. Estaba dotado de una velocidad en inmersión de 0,9 nudos propulsado por une hélice movida a mano.
En vista de las pruebas positivas, se nombraron varias comisiones por parte del gobierno de S.M. Isabel II, para ofrecer ayuda al desarrollo del proyecto. Sin embargo, estas ayudas no llegaron nunca pese al amplio apoyo popular y al interés de las altas instancias militares. En 1867 y tras un nuevo intento con el Ictíneo II, la empresa de Monturiol quebró por lo que se vio abocado a desmantelar sus buques y venderlos en subasta para ser desguazados.
El Garcibuzo de Cosme García (1860)
Sin embargo, El Ictíneo de Monturiol no fue el primer submarino que se sumergió en las aguas de Alicante. Un año antes de éste y 25 antes de la botadura del Submarino Peral, Cosme García Sáez hacía la primera inmersión de su “Garcibuzo” en el Puerto de Alicante.
Nacido en Logroño en 1818, García Sáez había demostrado desde muy niño una gran afición por la mecánica trabajando como relojero, electricista tras estudiar la carrera de ingeniería, además de patentar varios inventos.
Todo ellos le permitió reunir un capital que invirtió en el sueño que rondaba por su cabeza desde años atrás: desarrollar un aparato-buzo que permitiera la navegación submarina. Cosme encargó a La Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona la construcción del primer prototipo, fabricado en hierro con una estructura semejante a un cilindro de 3 m. de eslora, 1,5 m. de manga y 1,6 de altura, siendo probado en la Ciudad Condal en 1858 sin resultados satisfactorios de flotabilidad.
Cosme García después de corregir el diseño, ordenó la construcción de un segundo prototipo, igualmente de chapa de hierro con 5,75 m. de eslora, 1,75 m. de manga y 2,25 de alto. Esta vez, lo dotó de sofisticados mecanismos técnicos que le permitían descender o elevarse así como timones y sistemas de lastre, lo que le concedía una gran maniobrabilidad.
El prototipo fue trasladado al Puerto de Alicante a bordo de un buque con el fin de realizar, en el verano de 1859, las primeras pruebas que exigía la Ley de Privilegios para acreditar la puesta en prácticas de su patente. El 9 de julio de 1859 Cosme García solicita la patente en España siéndole concedida diez meses después, y el 25 de abril de 1861 en Francia.
El 4 de agosto de 1860, ante notario, se sumerge en el Puerto de Alicante el “Garcibuzo II”, llevando a bordo a D. Cosme García y a su hijo durante una travesía de 45 minutos sin auxilio ninguno hasta la profundidad máxima de este puerto, moviéndose en todas las direcciones y volviendo a la superficie con gran satisfacción de los que presenciaron la prueba, entre los que se encontraba el Comandante de Marina y otras autoridades seleccionadas por el gobierno. La proeza quedó debidamente certificada por vía notarial. Toda la prensa nacional de la época se hizo eco de la noticia.
Ilusionado por el éxito de las pruebas, García se trasladó a Madrid con un modelo reducido en cobre para presentárselo a S.M. Isabel II e interesar al Gobierno para su financiación. Sin embargo, para su frustración, su proyecto fue rechazado por los gastos que durante aquella época tenía que soportar el Estado a causa de la Guerra de África. Cosme García se traslada entonces a París, donde Napoleón III le ofrece una importante suma de dinero a cambio de fabricarlo en Tolón, rechazándolo el inventor por amor a su patria.
Durante un tiempo sin concretar, el “Garcibuzo II” quedó anclado en Alicante hasta que las autoridades del puerto, debido a que solo existía por entonces el muelle de levante para atender al intenso y creciente tráfico, comunicó a su constructor que su presencia resultaba molesta para el funcionamiento del Puerto. Durante ese tiempo, el inventor quedó arruinado, por lo que Enrique García, hijo del inventor riojano, se encargó de hundirlo en aguas del Puerto de Alicante donde aún permanece.
Se desconoce la ubicación exacta del pecio de Garcibuzo II, pero tras consultar los planos de la época y contrastarlos con algunas autoridades portuarias, nos atrevemos a señalar como posible ubicación del mismo el espacio en el que en aquella época se estaba construyendo el dique de Poniente, sirviendo así éste de sepultura de la nave ya que en los distintos dragados realizados en la dársena interna a lo largo de los años, no consta que apareciera resto alguno.
No obstante, en alguna crónica se apunta a que el buque fuera hundido «a la salida de dicho puerto», es decir, a la salida de lo que es ahora la dársena interior.
Dada esta alternativa, desde esta página proponemos a alguno de los organismos competentes — Autoridad Portuaria, Ayuntamiento, La Armada, Diputación, etc. — se cerciore de que es así. O cuanto menos, les animamos a realizar réplicas de las dos naves en gratitud y reconocimiento póstumo del Puerto de Alicante a los dos inventores por haber escogido nuestro Puerto como destino para sus proezas, ayudando de este modo a engrandecer su papel y lugar en la historia de nuestro Alicante.
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